Estallido social: las protestas no dan tregua en Colombia

Muchos creen que el gobierno de Iván Duque solo vela por los ciudadanos más privilegiados.

BOGOTÁ - Los colombianos descontentos con la respuesta del presidente, Iván Duque, a casi una semana de movilizaciones vuelven a salir a la calle este miércoles para protestar por una serie de cuestiones que van desde la reforma fiscal a la cuota para la pesca de tiburones en la mayor ola de agitación en el país en décadas.

Las movilizaciones que sacuden a diario la nación muestran una variedad inusualmente amplia de quejas, aunque con un lema similar: La oposición a un gobierno que muchos creen que solo vela por los ciudadanos más privilegiados.

“Nos sentimos totalmente desprotegidos de todo”, dijo Lucy Rosales, una pensionista que caminaba por el centro de la capital, Bogotá, el martes. “No sentimos que tenemos un vocero que nos represente. Son muchas las cosas que dejaron acumular”.

La nueva marcha se celebra un día después de que el intento de Duque de frenar el malestar reuniéndose con un grupo que coordina las protestas saliese mal.

Miembros del Comité Nacional del Paro se negaron a formar parte del diálogo convocado por el presidente con todos los sectores sociales, creando nuevas dudas acerca del tiempo que podrían prolongarse las costosas movilizaciones.

“El gobierno no ha sabido aprender de las experiencias chilena y ecuatoriana”, señaló Jorge Restrepo, un profesor de Economía, refiriéndose a las recientes manifestaciones masivas en ambos países. “Ha cometido muchos errores”.

El comité coordinador presentó el martes una lista de 13 demandas que piden a Duque que retire o reformule las reformas fiscal, laboral y de pensiones. Además, los líderes de los sindicatos de trabajadores y estudiantes quieren que se revisen los acuerdos de libre comercio, que se elimine una unidad de la policía antimotines acusada de la muerte de un estudiante de 18 años y la implementación total del histórico acuerdo de paz con los rebeldes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

Los organizadores demandan también que el presidente conservador cree un proceso de negociación independiente y específico para abordar sus demandas. Esta es una idea a la que, al menos al principio, el gobierno no está dispuesto, alegando que incluir a todos los colombianos sería un enfoque más democrático.

“El presidente les ha explicado que lo ideal es tener espacios incluyentes, no excluyentes”, dijo la vicepresidenta, Marta Lucía Ramírez.

Varios manifestantes se mostraron de acuerdo con la decisión del Comité Nacional del Paro de no participar en la “conversación nacional” iniciada por Duque, quien parece emular a su homólogo francés Emmanuel Macron con su “gran debate nacional”, el proceso que inició para implicar a los ciudadanos en la redacción de reformas tras meses de protestas.

“Colombia esta tan acostumbrada a que le digan mentiras”, manifestó Ana María Moya, una estudiante que participa en las protestas. “Uno aprende a no confiar en palabras”.

Sigue sin estar claro hasta qué punto el Comité Nacional del Paro representa a los manifestantes en unas protestas que se han convertido en una muestra del descontento ciudadano. Una invitación a concentrarse en un parque o una cacerolada se hace rápidamente viral en WhatsApp y pronto cientos de personas llenan vecindarios con el sonido agudo del metal y cánticos para la marcha de Duque.

“Ya estamos cansados”, agregó Moya. “Y estamos diciendo ‘Ya no más’”.

Varios líderes han intentado capitalizar el momento, pero ninguno ha emergido como la voz inequívoca de los inconformes.

“Hay una contienda por la propiedad de los manifestantes”, apuntó Restrepo. “Veo que los estudiantes salen a las calles porque necesitan más movilidad social, mayores niveles de ingresos, más oportunidades al menos de trabajo. Pero los que dicen que representan a esos estudiantes en las calles son los sindicatos”.

Se considera que Colombia necesita una reforma laboral y del sistema de pensiones. En la actualidad, pocos retirados tienen acceso a las pensiones, y los que tienen menos ingresos tienen menos probabilidades de recibir una. Las leyes laborales dificultan la contratación de nuevos empleados. Aunque la economía crece a un saludable 3,3%, el paro subió a casi el 11%, su peor dato desde 2010, añadió Restrepo.

“Yo calificaría las demandas del Comité Nacional del Paro de altamente conservadoras, regresivas y contrarreformistas”, agregó.

Sin embargo, el mensaje del comité ha calado ampliamente, aprovechando la larga lista de frustraciones de los colombianos.

Para algunos se trata de asuntos generales como la no implementación de los acuerdos, la corrupción endémica y la persistente desigualdad. Otros, sin embargo, se manifiestan por cuestiones más mundanas como el precio relativamente alto del transporte público, que además es lento y está masificado.

Una imagen habitual en las movilizaciones es la de grandes tiburones de plástico, que al menos un participante parece levantar siempre por encima de la multitud, criticando la decisión del gobierno de habilitar cuotas para su pesca.

“Es como si todos los grupos se alimentasen unos de otros”, dijo Gimena Sánchez-Garzoli, una activista de derechos humanos en la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos.

Pocos esperaban que una mezcla tan variada de motivos pudiese derivar en protestas largas, pero muchos creen ahora que podrían continuar por algún tiempo.

Las movilizaciones ya han tenido un alto costo. Cuatro personas fallecieron, cientos más resultaron heridas y se perdieron millones de dólares por el cierre de negocios durante las protestas.

La paciencia de algunos colombianos está empezando a agotarse.

Julio Contreras, un repartidor que fue atacado con gases lacrimógenos cuando intentaba llevar 44 libras de pollo a un restaurante, dijo que está listo para que las protestas finalicen.

“No nos dejan trabajar. Estos estudiantes deberían estar en las universidades y no afectarnos”, señaló.

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