Bangkok — El papa Francisco inicia el próximo miércoles una visita oficial a Tailandia, donde contará con una traductora muy familiar: su prima Ana Rosa Sivori, quien llegó al país asiático como misionera hace más de medio siglo.
"El papa sugirió a los organizadores que yo fuera su traductora durante su viaje a Tailandia. Para mí fue una grata sorpresa y es un orgullo", afirma a Efe la monja, de 77 años, frente a la capilla de la congregación de las Hermanas Salesianas en Bangkok.
La religiosa, que aprendió la lengua local "como vía de llegar hasta la población más desfavorecida", será la encargada de adaptar los sermones de las misas que ofrecerá el papa Francisco, a quien se refiere con tono cariñoso como Jorge, su nombre de pila.
"De joven, Jorge era un chico muy estudioso y amante del fútbol. Nuestra familia está muy unida y en Argentina siempre coincidíamos en las reuniones familiares", comenta la monja, quien comparte bisabuelo con el pontífice.
La hermana asegura que el catolicismo tiene "buena salud" en este país asiático a pesar de la pequeña comunidad de devotos, menos de 400,000 católicos, el 0.58 % de los 60 millones de habitantes de Tailandia.
"La clave es el respeto y el derecho a la libertad religiosa", apunta con voz calmada y perenne sonrisa Sivori, que recuerda que la noche (en Tailandia) cuando se nombró pontífice a su primo "no pudo pegar ojo".
El papa Francisco estará 3 días en Tailandia en un visita vista como un "peregrinaje por la paz y para promocionar el diálogo interreligioso" y que coincide con el 350 aniversario de la fundación por el papa Clemente IX de la "Misión para Siam", como se conocía antiguamente a este reino asiático.
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"El papa no está haciendo la revolución. Él continúa el trabajo realizado por otros pontífices, como Pablo VI o Juan XXIII, en la reforma de la Iglesia", dice la religiosa.
El máximo representante en la Tierra de la Iglesia católica además mantendrá audiencias con el rey de Tailandia, el primer ministro y el patriarca de la Sangha budista, antes de partir a Japón el sábado para continuar su gira.
Precisamente la reunión con su homólogo budista será la más incómoda para la monja, ya que según las reglas de la religión local una mujer no puede tocar o colocarse al lado de un monje, por lo cual la hermana Ana Rosa tendrá que sentarse detrás del pontífice.
"El Vaticano no lo entiende, pero son cosas muy arraigadas en ellos y nos tenemos que adaptar", señala.
Los jerarcas budistas además han puesto una serie de limitaciones en la utilización de unos pocos términos religiosos en tailandés que son relativos al budismo, religión profesada por el 95% de la población tailandesa.
Para la ardua y complicada tarea de traducción de los discursos otros religiosos hispanohablantes y profesores de Español de la universidad de Chulalongkorn ayudan a la religiosa argentina.
La hermana Ana Rosa llegó en 1966 como misionera a Tailandia, poco más de un año después de entrar en la vida religiosa, y actualmente es una de las regentes de las cinco escuelas católicas para niñas que tiene la congregación en el país.
La última vez que los primos coincidieron fue en Roma en 2015, durante una parada en el viaje de regreso a Argentina de la monja.
Para mantener el contacto, la hermana Ana Rosa y el papa Francisco son "muy tradicionales" y continúan utilizando las cartas escritas a mano, aunque para "asuntos urgentes" también utilizan el correo electrónico, pero con la mediación el secretario del pontífice.
"Será una ilusión verlo, charlar y compartir el viaje con él", concluye la religiosa.