Con más de 80 años de experiencia acumulada en su firma de arquitectos, Rick González, un cubanoamericano con raíces profundamente arraigadas en Palm Beach, se ha convertido en una figura clave en el diseño y la preservación arquitectónica de West Palm Beach y, especialmente, de Mar-a-Lago, la residencia de Donald Trump. Durante más de 25 años, este arquitecto ha trabajado para el ahora presidente electo de Estados Unidos, convirtiendo cada proyecto en un testimonio del lujo y la atención al detalle que caracterizan a su cliente.
Rick recuerda con precisión el día que él y su padre fueron entrevistados por Trump en 1997.
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"Nos recibió en su apartamento privado en Mar-a-Lago y, al saber que éramos cubanos, nos dijo: 'Algún día me gustaría ir a Cuba y desarrollar un proyecto turístico allí'", relata.
Desde entonces, González y su equipo han transformado numerosos espacios en Mar-a-Lago, una joya arquitectónica con estilo español construida en 1927. Trump adquirió la propiedad en 1985 por menos de 10 millones de dólares, convirtiéndola en lo que hoy se conoce como la “Casa Blanca de Invierno”.
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La mansión, con sus 114 habitaciones, está anclada en un arrecife de coral y combina elementos de hormigón, acero, mármol y tejas españolas y cubanas, muchas de las cuales tienen casi un siglo de antigüedad.
Para González, trabajar con Trump ha sido una experiencia única.
"He trabajado con 12 multimillonarios a lo largo de mi carrera, y él ha sido el más diferente de todos. Es increíblemente detallista y tiene una memoria impresionante. Recuerdo que, en una ocasión, estaba supervisando una obra y notó lo bien organizados que estaban los tubos eléctricos bajo el suelo, algo que nadie más notaría porque luego serían cubiertos con estuco. Eso muestra el nivel de atención que pone en cada aspecto", explica.
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Esta meticulosidad y el enfoque en la excelencia han cimentado una relación laboral de más de dos décadas entre el arquitecto y el magnate.
Hoy, Mar-a-Lago no solo es una residencia de lujo, sino también un símbolo de poder político y un centro de operaciones. A lo largo de los años, ha sido escenario de reuniones con líderes mundiales y eventos significativos. Sin embargo, también ha sido blanco de controversias, como la reciente investigación del FBI en busca de documentos.
En respuesta a las necesidades de seguridad, González ha liderado proyectos adicionales en la propiedad, incluidos refugios de seguridad y mejoras en las instalaciones.
"El Servicio Secreto nos pidió diseñar una pequeña caseta en la entrada para reforzar la vigilancia. Estamos trabajando en ello junto con otros proyectos dentro de la propiedad", comparte el arquitecto.
Tras la elección presidencial, Rick González no solo ve a Trump como un cliente en West Palm Beach, sino también como un amigo en la Casa Blanca. A pesar de los cambios en el panorama político, su relación profesional continúa sólida, impulsada por la confianza y el respeto mutuo.
"Es un hombre honesto con quienes trabajan bien para él. Si cometes un error, puede ser duro, pero si das lo mejor de ti, te respeta. Después de 25 años, eso es lo que define nuestra relación", concluye González.
En un mundo donde la arquitectura es tanto arte como precisión, Rick González ha demostrado que la confianza, el detalle y la dedicación pueden construir no solo estructuras, sino también relaciones duraderas que trascienden generaciones y fronteras.