A través de una llamada telefónica desde la prisión, Jorge y Maria Gough supieron de la muerte de Michael Hernández, quien cumplia cadena perpetua por el asesinato de su hijo - Jaime Gough - cuando ambos tenían 14 años.
Hernández, quien fue sentenciado a cadena perpetua por matar a cuchilladas a su compañero de escuela, murió en la cárcel de Florida en la que cumplía su condena.
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Maria Gough, madre de Jaime Gough, rememora: “Yo se lo dije a él: agarrate de dios, porque si yo te perdoné, fue porque dios así lo quiso. No porque yo sea Buena”.
Hernández, de 31 años, murió en la Columbia Correctional Institution, en Lake City, pero no se ha informado la causa de su deceso. El Departamento de Correccionales de Florida explicó que el Departamento de Aplicación de la Ley estatal, junto con la Oficina del Inspector General de correccionales, investigan la muerte de Hernández mientras el médico forense efectúa una autopsia.
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“Mi deseo era escucharlo arrepentirse. No se si lo hizo antes de morir. Ojalá pero estaba joven y nunca esperé que fuera a morir tan joven”, confiesa Maria Gough, madre de Jaime Gough.
El hombre había sido sentenciado por asesinar en febrero de 2004 a su compañero Jaime Gough, a quien le asestó unas 40 cuchilladas en una caseta de un baño de la escuela Southwood Middle en Palmetto Bay, en el que fue un caso que conmocionó a la opinión pública nacional.
Jorge Gouh, padre de la víctima, manifiesta que eran “dos jóvenes que tenían que estar vivos y ahora están muertos”.
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En 2008, un jurado lo encontró culpable y desestimó el argumento de la defensa sobre su condición mental y su fijación por querer convertirse en un asesino en serie.
Al sentenciado se le encontró en su diario una lista de personas a las que quería matar y el mismo día del hecho trató sin éxito de emboscar en el baño a otro alumno de la escuela, Andre Martin, hoy convertido en un policía de Miami-Dade.
"Mi más sentido pésame para los padres de Jaime Gough y para toda la familia Gough. Y la familia Hernández, ellos no fueron los que cometieron un crimen y perdieron a un miembro de la familia", declaró Martin a un medio local.
Tras ser detenido, Hernández negó ser el asesino, pero luego confesó a los policías con lujo de detalles cómo tendió una emboscada a la víctima, a la que primero degolló, y una vez que se cercioró que estaba muerto escondió el arma homicida en un compartimento oculto de su mochila y se dirigió a clase.
“No está en nuestra mente ni un poquito de rencor. Odio, nada de eso”, confiesa el padre de Jaime Gough.
"Lo siento, quiero pedirles perdón por el dolor que les causé", dijo Hernández en el año 2015, cuando regresó a la corte de Miami Dade. En 2016 fue nuevamente sentenciado a cadena perpetua por matar a Gough, quien hoy tendría 32 años, en un nuevo proceso celebrado luego de que la Corte Suprema de EE.UU. prohibiera las cadenas perpetuas sin posibilidad de libertad condicional para menores de edad condenados por asesinato.
Durante todos estos años, Jorge y Maria se han aferrado a los recuerdos de su hijo y sobre todo, a la fe. Aseguran que gracias a ella, pudieron perdonar a Michael y hoy comprenden el dolor que también siente su familia.
“No ha sido mi deseo que pasen por lo mismo que yo pasé porque se lo dificil que es”, murmura la madre de Jaime Gough, entre lágrimas.
El magistrado John Schlesinger lo devolvió a prisión de por vida tras conocerse que mantenía su fijación por los asesinos en serie y la violencia.
En un comunicado, la fiscal estatal del condado Miami Dade dijo que el asesinato de Jaime Gough puso fin a una vida joven y prometedora, y marcó para siempre a su familia. Pero la familia de Hernández también fue víctima de sus acciones. Mi más sentido pésame para ambas.