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Maleconazo: las protestas en La Habana que tambalearon al castrismo

El 5 de agosto de 1994 la frustración de miles de cubanos estalló en las calles. La jornada que marcaría un punto de inflexión en la historia reciente de Cuba, sería recordada como el "Maleconazo".

Telemundo

El 5 de agosto de 1994 la frustración de miles de cubanos estalló en las calles. Aquella jornada, que marcaría un punto de inflexión en la historia reciente de Cuba, sería recordada como el "Maleconazo": una protesta popular contra la opresión y las miserias impuestas por el régimen.

Dos periodistas que vivieron aquellos momentos intensos, Rolando Nápoles y Oscar Suárez, rememoran lo que vieron y vivieron como testigos de una revuelta, que por un instante, hizo temblar los cimientos de la dictadura.

El estallido social: "Estaban indignados, cansados, agotados"

El ambiente en la capital cubana estaba caldeado, producto de apagones interminables y la profunda crisis económica que azotaba al país. Oscar Suárez lo cuenta así: “La gente ya estaba indignada, cansada, agotada, hastiada del comunismo".

Ese viernes, la capital fue testigo de algo inédito en 35 años de gobierno: miles de cubanos se volcaron al Malecón. "Cuando llegamos a San Lázaro y Galeano vimos que la gente estaba bajando por Galiano por miles", relata Suárez, que era entonces reportero de la televisión cubana CHTV. Nunca antes había ocurrido una protesta de esta magnitud, y la reacción del régimen fue rápida y contundente.

"Policías armados y patrullas repletas": el despliegue de la represión

Rolando Nápoles, otro periodista de la época, recuerda la sorpresa que sintió al ver a soldados cubanos equipados con escudos antidisturbios. "Yo vi, por ejemplo, las brigadas antimotines por primera vez en mi vida, yo vi soldados cubanos con escudos", confiesa.

La represión fue implacable: a los manifestantes no se les dio margen. Suárez cuenta cómo la policía apuntaba a las personas con armas de fuego, y la brutalidad de las fuerzas de seguridad era evidente: "Cogían a la gente, a los viejitos, porque a los jovencitos nunca vi que los tiraban a la cama del camión".

A pesar del terror que se vivía en las calles, la rabia de los manifestantes era tan fuerte que muchos se enfrentaban al régimen sin temor. "La gente nos decía: ‘filma, fílmame’ y empezaron a tirar tiros, a lanzar piedras", añade Nápoles. Pero el gobierno, en su intento de mantener la situación bajo control censuró el material grabado.

El reto de informar en un régimen de censura

Como reporteros de un canal oficial, ambos periodistas enfrentaron enormes obstáculos para poder reportar lo que realmente estaba ocurriendo. La prensa cubana, alineada con el régimen, tenía la difícil tarea de maquillar la realidad sin incomodar a la dictadura. "Nosotros buscamos la manera de que se transmitiera, sin incomodar a la dictadura pero también tratando de que saliera lo que estaba pasando ahí", explica Nápoles.

Sin embargo, el régimen no estaba dispuesto a permitir una cobertura que mostrara a Cuba y al mundo la magnitud del descontento. A Suárez, de hecho, le confiscaron los casetes con imágenes del levantamiento. “Yo no pude editar nada, a mí me quitaron los casetes", recuerda. Según Nápoles, fue probablemente la Seguridad del Estado quien se llevó el material grabado, eliminando cualquier evidencia gráfica de la protesta.

Frente a frente con Fidel Castro: la entrevista que marcó el día

Oscar Suárez fue uno de los primeros periodistas en llegar al lugar, y pronto se vio cara a cara con el líder cubano. En medio del caos, se atrevió a hacerle una pregunta que resonaría en las mentes de los presentes: "Comandante, ¿usted va a abrir otro Mariel?"

Recordaba así la crisis de 1980, cuando Castro permitió la salida masiva de cubanos en el puerto de Mariel. En respuesta, el líder cubano soltó una frase que usaría para enviar un mensaje a Estados Unidos: "Nosotros no podemos seguir de guardianes de la frontera de EEUU".

La escena fue emblemática, y aunque se transmitió en la televisión estatal, los reportes fueron cuidadosamente manipulados. Las imágenes se mostraron sin el sonido original, y lo que quedaba era una versión desprovista de su intensidad original.

"La manipulación o el manejo de la imagen y los sonidos posiblemente los hayan quitado y pusieron imágenes planas sin sonidos en primer plano", comenta Suárez, en un testimonio que revela hasta qué punto la censura moldeaba el mensaje que llegaba al pueblo cubano.

La batalla por la verdad en la era digital

Hoy, tanto Nápoles como Suárez observan con interés cómo la tecnología ha cambiado el juego en la lucha por la verdad. La censura oficial sigue siendo férrea, pero las redes sociales han abierto una ventana a la realidad cubana. Para Nápoles, esta revolución digital significa que ahora "la gente cada vez tiene menos miedo de poner su cara". Las redes sociales permiten a los cubanos documentar y difundir sus experiencias, algo que los medios estatales nunca permitirían.

El régimen ha reaccionado endureciendo sus leyes, intentando controlar las comunicaciones y mantener el control sobre la narrativa. A pesar de ello, cada protesta se convierte en un recordatorio de que los cubanos siguen exigiendo libertad y derechos fundamentales.

El 5 de agosto de 1994 fue un día de resistencia y valentía. Tres décadas después, el “Maleconazo” sigue siendo un símbolo de la fuerza de un pueblo que, a pesar de la represión, no pierde la esperanza de un futuro diferente.

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