Un centro ofrece tratamiento de rehabilitación a la adicción a la internet.
Jimena es una niña que creció en Chicago en un hogar alejado de las tecnologías. Su madre la describe como muy divertida, chistosa, risueña, amante del baile y de la moda.
En 2020 le regalaron su primer celular. Y fue entonces cuando esta personalidad que la definía comenzó a cambiar. Tanto ella como su madre, Inés Gasset, nos cuentan cómo pasaba horas al teléfono, en concreto, en las redes sociales Tiktok, Instagram o Snapchat.
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El problema, relata Gasset, incrementó en la pandemia. Dice que iba “permanentemente con el móvil en la mano” y que luego empezó “con los problemas de sueño, utilizaba el móvil de noche, quitarle el móvil era un conflicto muy importante o no terminaba las tareas”.
Esta es una conducta llamada en psiquiatría “trastorno de adicción a internet” o “TAI”, un comportamiento compulsivo y descontrolado que afecta a la vida del adolescente. Según el psiquiatra Luis Rojas Marcos, el niño “busca una cierta excitación, un cierto placer al conectar y, de alguna forma, también controlar esos momentos en los que están o bien creando mensajes o bien recibiendo mensajes”.
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Añade el doctor que esto “tiene un impacto en el cerebro, que aumenta la producción de dopamina, una sustancia placentera que también se estimula en adicciones, a la cocaína, por ejemplo”.
La vida social de Jimena se vio también afectada: se olvidaba de bañarse, de hablar con sus familiares y fue incapaz de seguir sus estudios en la universidad. Pronto, comenzó a reaccionar con agresividad, hasta el punto de que, la convivencia con ella… se volvió, dicen, insostenible.
LA DECISIÓN DE INTERNARLA
Internarla a los 18 años fue la única vía posible para acabar con el problema. Así, Jimena ingresó en el centro Soulegria para adictos en el estado de Utah, en enero de 2023. Hoy continúa interna.
Experimentar la austeridad es parte de la terapia que reciben allí. En Soulegria despojan a los jóvenes de todo tipo de tecnología para ayudarles a retomar una rutina saludable. A través de sesiones psicológicas, deporte, actividades al aire libre y la desconexión con su fuente de adicción, logran que dejen de depender emocionalmente de las redes sociales.
Su director, Tyler Olsen, nos explica que, en este terreno de 20 acres en la localidad de Hurricane, estos jóvenes adictos aprenden tareas tan básicas como dormir por la noche, levantarse por la mañana, hacer la cama, limpiar su cuarto, asearse y cocinar. Con el tiempo, aprenden también a independizarse y, lo más importante, a tener una relación sana con los dispositivos electrónicos.
El costo mensual del tratamiento en este centro de rehabilitación privado, para adultos de entre 18 y 27 años, es de 21,000 dólares al mes, unos 300,000 dólares al año. La familia de Jimena logró que su seguro cubriera un porcentaje del gasto, pero tuvieron suerte, porque no es la realidad para la mayoría.
Según una encuesta del centro Pew de investigación, en 2005 solo un 5 por ciento de estadounidenses hacían uso de redes sociales. En 2021, el porcentaje subió dramáticamente al 72 por ciento. En 2023, el 46 por ciento de los adolescentes encuestados dijo que su uso de internet era constante y aquellos de entre 13 y 17 años reconocieron que pasan en promedio 4,8 horas conectados a tiktok, youtube o instagram.
El doctor Rojas indica que, por esto, muchos “sufren de ansiedad y de depresión” y que han tratado casos de intentos de suicidio.
Esto fue lo que le ocurrió a Selena Rodríguez. Selena no puede contar hoy su historia, como lo ha hecho Jimena. A los 11 años, presionada por su enganche a las plataformas sociales, ciberbullying y explotación sexual por internet, decidió no vivir más. Su familia lucha ahora por justicia.
