El periodista y escritor Carlos Alberto Montaner, una figura icónica del exilio cubano, dejó un legado imborrable no solo por sus ideas y palabras, sino también por la valentía con la que enfrentó el final de su vida. Su hija, la periodista y escritora Gina Montaner, compartió recientemente los detalles de su experiencia ayudando a su padre a cumplir su última voluntad: morir con dignidad a través de la eutanasia en España.
Este relato no solo aborda el camino emocional y los obstáculos burocráticos que enfrentaron, sino que también ofrece una conmovedora mirada a la vida de un hombre marcado por el amor, el activismo político y una conexión inquebrantable con su familia.
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>A comienzos de 2022, Carlos Alberto Montaner, diagnosticado con Parkinson, enfrentaba un deterioro físico progresivo. Desde Miami, donde residía, tomó la decisión de escribir una columna póstuma: "Cuando usted lea este artículo, yo estaré muerto". Fue en esa misma ciudad donde pidió a su hija Gina algo que ella nunca imaginó escuchar: ayudarlo a morir.
En una conversación íntima, sentados frente a una taza de café, Montaner fue directo. "Necesito volver a Madrid y solicitar la eutanasia. Quiero que me ayudes", le dijo con serenidad. Gina aceptó, aunque no sin conmoción. "Él estaba tranquilo, pero yo no podía evitar emocionarme", recordó.
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>La eutanasia, aprobada recientemente en España, le permitió a Montaner planificar su muerte en sus propios términos. Eligió el 29 de junio, un día simbólico en el que pudo despedirse rodeado de su familia y con la certeza de haber tenido una vida plena.
El camino no fue fácil. Gina se convirtió en defensora y gestora de los deseos de su padre, enfrentando tanto obstáculos legales como emocionales, en especial con su madre, Linda. Linda, quien había sido la compañera de vida de Carlos desde la adolescencia, estaba dispuesta a cuidarlo hasta el final, pero respetó la decisión de su esposo.
"Él no quería llegar al punto de necesitar cuidados totales. No quería perder su autonomía ni convertirse en una carga", explicó Gina. Para Linda, aceptar la decisión fue un acto de amor profundo: "Mi compañero de vida, con quien estuve desde los 14 años, ahora quería marcharse".
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Montaner dejó claras sus condiciones: "Yo al pañal no llego", expresó en una conversación con los médicos que lo asistieron. Y cumplió su palabra. Aunque su cuerpo estaba debilitado, pudo leer y disfrutar de una última cena con su familia antes de despedirse con las palabras: "Deséenme un buen viaje".
La vida de Carlos Alberto Montaner estuvo marcada por su activismo político a favor de la democracia en Cuba. En el exilio, se convirtió en una voz influyente que denunció los abusos del régimen cubano y defendió los valores de la libertad y los derechos humanos. Fue considerado en algún momento como un posible presidente de Cuba en un futuro democrático.
Pero detrás del analista político y escritor prolífico, estaba el esposo, el padre, y el amigo que valoraba profundamente a su familia. Gina destacó la conexión especial que siempre compartieron, una relación que permitió que ambos sellaran un pacto de confianza mutua en sus últimos meses juntos.
El relato de Gina Montaner trasciende la experiencia personal y abre un debate necesario sobre la eutanasia y el derecho a morir dignamente. A pesar de la claridad de su padre en cuanto a su decisión, el proceso no estuvo exento de trámites burocráticos complejos y desafíos éticos.
"Sin la ayuda de la asociación Derecho a Morir Dignamente, nunca habríamos podido completar todo el proceso", admitió Gina. Esta experiencia pone de manifiesto la importancia de garantizar un acceso más sencillo y humano a este derecho, especialmente para quienes enfrentan enfermedades neurodegenerativas.
En sus últimos momentos, Carlos Alberto Montaner no pidió perdón, pero sí expresó su agradecimiento a Gina por su apoyo incondicional. "Me lo agradeció mucho", recordó su hija. Ese agradecimiento resume la esencia de una relación construida sobre el amor, el respeto y el entendimiento mutuo.
Con su partida, Montaner dejó no solo un vacío, sino también un ejemplo de cómo enfrentar la muerte con la misma dignidad y coherencia con la que vivió. Su historia, narrada por Gina, nos invita a reflexionar sobre la vida, el amor y el derecho a decidir cómo despedirnos de este mundo.