La tecnología avanza a pasos agigantados. Pero, ¿estamos preparados como sociedad para manejar sus implicaciones éticas? Este interrogante cobra especial relevancia en el caso reciente de manipulación y distribución de fotografías íntimas de estudiantes, ocurrido en la academia Pinecrest Cove.
Según reportes, dos jóvenes habrían utilizado inteligencia artificial para crear imágenes falsas con contenido sexual explícito de al menos 15 compañeras, a partir de fotos inocuas. Luego, presuntamente compartieron el material manipulado sin el consentimiento de las afectadas.
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“Ésa es una imagen que ella no se puede quitar de la cabeza. Ha sufrido mucha ansiedad", señaló una madre de una de las víctimas. Y agregó: "Son como 15 perjudicadas y los padres estamos organizados".
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Expertos advierten que este no es un caso aislado. Cada vez más, tecnologías como la inteligencia artificial posibilitan la creación de material multimedia falsificado prácticamente indiscernible de contenidos auténticos. Esto abre la puerta para diversos usos dañinos y delictivos.
Ante este panorama, urge reflexionar colectivamente sobre la dirección ética que queremos darle al desarrollo tecnológico, especialmente cuando están en juego los derechos y la integridad de los más vulnerables.
"Este comportamiento es inaceptable. Damos prioridad a la privacidad y el bienestar de todos los estudiantes, y no vamos a tolerar tales acciones", dijeron funcionarios de la escuela en una carta a los padres sobre el incidente. "Al enterarnos de esta situación, informamos a las fuerzas del orden, que ahora están llevando a cabo una investigación en profundidad. Los individuos responsables se enfrentarán a medidas disciplinarias".
