SAN DIEGO, California - El presidente Joe Biden firmó este martes una orden ejecutiva con el objetivo de aumentar la cantidad de verificaciones de antecedentes para comprar armas de fuego, promover un mejor y más seguro almacenamiento de las armas y garantizar que las agencias policiales del país aprovechen al máximo un ley bipartidista de control de armas promulgada el verano pasado.
El presidente demócrata luego dio un discurso sobre control de armas en Monterey Park, en California.
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En enero, un hombre armado irrumpió en un salón de baile en esta comunidad cerca de Los Ángeles y le disparó a 20 personas, baleando mortalmente a 11 de ellas, luego de una celebración del Año Nuevo Lunar.
Allí dijo, entre otras cosas: "Todos vimos cómo un día festivo se convirtió en un día de miedo y oscuridad. Días festivos y de posibilidades, marcados por el horror y el dolor. Danzas vibrantes reemplazadas por vigilias y memorials".
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"Sé que sus corazones están quebrados pero su espíritu es fuerte", les dijo a familiares de las víctimas.
La retórica de Biden solo se ha vuelto más fuerte en torno a las armas: rutinariamente llama a prohibir las llamadas armas de asalto en sus discursos, y los demócratas no impulsaron una plataforma antiarmas tan ruidosa ni siquiera durante la presidencia de Barack Obama, cuando Biden era vicepresidente.
Sin embargo, Biden se ha sentido más confiado desde las elecciones intermedias de noviembre, después de que sus comentarios habituales sobre la necesidad de controlar las armas no resultaran en pérdidas masivas de votos. Se espera que el mandatario continúe presionando por cambios fuertes a medida que avanza hacia los comicios de 2024, dicen sus asistentes.
Biden invitó a su discurso del Estado de la Unión a Brandon Tsay, el joven de 26 años que le arrebató la pistola semiautomática al atacante en Monterey Park.
“Estoy decidido a prohibir las armas de asalto y los cargadores de alta capacidad”, les dijo Biden a las familias de algunas de las víctimas que estaban presentes para su discurso, junto con Tsay.
“Él salvó vidas. Es hora de que hagamos lo mismo también”, dijo Biden al elogiar el heroísmo de Tsay en su discurso ante el Congreso. “Prohibamos las armas de asalto de una vez por todas”.
No obstante, el poder del presidente se limita a tratar de ir más allá de la legislación bipartidista aprobada por el Congreso el verano pasado: el proyecto de ley sobre violencia armada más amplio en décadas. Siguió a los asesinatos el año pasado de 19 estudiantes y dos maestras en una escuela primaria de Uvalde, Texas, y 10 personas en una tienda de comestibles de Buffalo, Nueva York.
“Hay que hacer algo. Algo grande”, imploró.
Su medida del martes no cambia la política del gobierno. Más bien, instruye a las agencias federales que garanticen el cumplimiento de las leyes y procedimientos existentes, una característica típica de las órdenes ejecutivas emitidas por los presidentes cuando se enfrentan a los límites de su propio poder para actuar sin la cooperación del Congreso.
“Seamos claros, nada de esto exime al Congreso de la responsabilidad de actuar para aprobar la comprobación universal de antecedentes, para eliminar la inmunidad de los fabricantes de armas a la rendición de cuentas”, dijo Biden.
Biden, cuya propia familiaridad con el duelo es bien conocida —su hija pequeña y su esposa murieron en un accidente automovilístico en la década de 1970, y más tarde su hijo adulto falleció de cáncer_, se refirió a las cosas cotidianas que, según él, duelen tanto una vez pasado el impacto inicial; la forma en que un armario sigue oliendo a un ser querido, el sonido de una risa, la curva de una sonrisa.